
¿Se puede divertir en su trabajo un ingeniero de una empresa de desarrollo de soluciones tecnológicas? La respuesta es sí, y ese lugar es Swecat, la "boutique" de software que crearon hace seis años Luca Petrosino y Enric Rosich para ofrecer calidad a buen precio a sus clientes y un entorno laboral sin jefes ni vanas promesas de ascenso.
¿Con qué filosofía nació Swecat?
La esencia de nuestra empresa la marcan nuestros clientes, que son quienes nos describen como una boutique de software. Y es que, a diferencia de las grandes empresas, trabajamos como una sastrería que hace los trajes a medida, bien hechos. Cuando empezamos, lo que queríamos era dar un servicio de alta calidad, que era lo que echábamos de menos en el mercado tecnológico. Hace unos años, todo lo que se hacía era nuevo en el mercado, pero hoy los clientes tienen muy claro lo que quieren y si no eres excelente, lo notan. Además, queríamos transmitirles proximidad, tenemos una vocación de relación de largo plazo con ellos, tenemos compromiso y somos ágiles y flexibles. Eso nos ha servido para competir con multinacionales, y es que cuando los clientes nos conocen, quieren seguir trabajando con nosotros porque cumplimos los plazos, entregamos los proyectos con una excelente calidad y, si tienen un problema, lo solucionamos rápidamente.
¿Cómo consiguen esa calidad siendo competitivos?
La calidad se consigue exclusivamente teniendo buenos recursos. Por eso, la mayoría de nuestros empleados tienen como mínimo ocho años de experiencia. No tenemos becarios, generalmente contratamos a gente sénior. Ahora estamos empezando a formar a un pequeño equipo de personas porque en el mercado actual no hay mucha gente disponible con experiencia. Trabajamos con clientes de toda España desde nuestras oficinas de Barcelona, Sevilla y Bilbao.
¿Es tan difícil retener el talento como captarlo?
Hay dos formas de lograrlo. Por un lado, muchas empresas de nuestro sector definen planes de carrera que obligan a sus empleados a hacer diversas tareas, fuera de su know-how, como buscar clientes y gestionar equipos, y te encuentras con excelentes profesionales que al repartir sus esfuerzos, no alcanzan su potencial en lo que realmente saben hacer bien. En cambio, en Swecat cada uno aporta lo que quiere y lo que le motiva, y puede crecer profesionalmente según sus intereses. Si una persona quiere presentar una solución a un cliente, aunque haya estado siempre en la vertiente técnica, puede hacerlo, no hay categorías, tenemos una estructura muy horizontal. Por otro lado, siempre me han gustado las personas que mantenían sus promesas. En nuestro caso, si queremos retener a gente buena, les cuidamos, reciben formación, pueden asistir a congresos y conferencias, y cuando su trabajo funciona, además de una recompensa profesional, también tienen una recompensa económica. Si ganamos algo, es gracias al trabajo de todos, y creo que es justo que una parte del beneficio sea para ellos.
A todo esto, ¿qué tipo de proyectos hacen para sus clientes?
Tenemos tres grandes bloques: en primer lugar, trabajamos todo lo que es el canal digital, como portales, intranets corporativas, entornos colaborativos y cualquier otra aplicación de las que hoy en día funcionan con un navegador. En segundo lugar, tenemos una parte más sencilla en la que desarrollamos apps tanto nativas como híbridas. Por último, ofrecemos desarrollos a medida: por ejemplo, si el cliente necesita conectar la cafetera y la nevera para poderlas controlar desde su móvil cuando está en el trabajo, nosotros le diseñamos una solución personalizada. Y luego tenemos una pequeña área de I+D con inversión propia en la que diseñamos soluciones de realidad virtual y realidad aumentada. Ya tenemos dos prototipos. El mercado todavía no está preparado para invertir en esto, pero cuando lo esté, nosotros ya llevaremos bastantes años trabajando en ello.
¿Me puede contar algún caso de éxito?
Uno de los sectores en los que más destacan nuestras soluciones es el inmobiliario. A uno de nuestros principales clientes le hemos diseñado sus portales públicos, la gestión interna, el traspaso de inmuebles y la publicación en los diferentes canales digitales. A otro cliente, en el sector bancario, le estamos haciendo la implantación de soluciones de omnicanalidad y de comercio electrónico. En telecomunicaciones somos partner homologado de uno de los grandes operadores de telefonía, para el que hacemos tanto aplicaciones como la implementación del internet de las cosas. Y trabajamos con más sectores: en administraciones públicas hemos diseñado un portal municipal para la comunicación con los ciudadanos, también hemos hecho desarrollos para la mejora de call centers...
Su calidad es ahora su carta de presentación,
pero ¿cómo consiguieron acceder a esos grandes clientes?
No es tan fácil. La mayoría de nuestros clientes son grandes cuentas. Los primeros los conseguimos empezando con un pequeño proyecto, porque confiaban en nosotros y nos dieron la oportunidad. Con pequeñas oportunidades fue como empezamos el primer año. Cuando demostramos que podían seguir confiando en nosotros, nos empezaron a dar proyectos más importantes hasta que nos vimos compitiendo con los grandes. Desde entonces, quien mejor nos vende son nuestros propios clientes. Por otro lado, aunque ofrecemos una calidad superior, nuestras tarifas no tienen nada que ver con las de nuestra competencia, porque intentamos ganarnos la vida sin lujos ni ostentaciones. No tenemos una oficina de siete plantas en propiedad, coche de empresa y cinco socios por cada vertical de negocio, aquí todo el mundo trabaja. Eso sí, nosotros no hacemos proyectos de millones de euros, tampoco tenemos plantilla para eso. Competimos en proyectos pequeños y medianos.
¿Cómo piensan crecer para competir por los grandes?
El máximo número de empleados al que queremos llegar son 50. En el momento en que pasas de esa cifra, la situación empieza a ser incontrolable. Gestionar la calidad y el día a día se hace imposible cuando son demasiadas personas. Nuestro objetivo no es ir diciendo que hemos montado una empresa de mil personas, lo que queremos es trabajar a gusto, divertirnos, hacer las cosas bien y que nuestros clientes valoren nuestro trabajo. De hecho, a veces nos escriben para felicitarnos, cosa que no me había pasado en la vida.