Hace ya cinco años que el Banco Central Europeo (BCE) bajó los tipos de interés al 0% y la previsión de los expertos es que sigan así durante un tiempo más prolongado del esperado debido a la pandemia de la Covid-19. Una situación que, indudablemente, tiene un gran efecto en las inversiones, puesto que los inversores necesitan asumir más riesgo para obtener una rentabilidad satisfactoria.
Como explica Rosa Duce, economista jefe de Deutsche Bank en España, "ante la baja rentabilidad de los activos refugio, los inversores deben pensar, ahora más que nunca, en cómo posicionar las carteras". Es por ello que Duce señala que "la respuesta de inversión debe ser no solo táctica sino también estratégica". Es en este punto donde entra en juego el conocido como asset allocation (asignación de activos) que consiste en identificar los activos en los que invertir, combinarlos otorgando peso a cada uno de ellos en función del perfil de riesgo del inversor y hacer un seguimiento para mantener en todo momento la distribución más adecuada.
Existen diferentes modelos de asignación de activos que se diferencian, principalmente, por el horizonte de inversión que tiene una cartera. Uno de los más destacados es el asset allocation estratégico, que busca el equilibrio entre el riesgo y el retorno esperado siempre pensando en plazos largos. Su importancia queda reflejada en el hecho de que, como apuntan diversos estudios, la rentabilidad a largo plazo de una cartera proviene principalmente de la asignación de activos, por encima del market timing (momento óptimo en el que se debe entrar y salir de un mercado) o de la selección de los activos como acciones, bonos, etc.
Ya en 1986, Gary P. Brinson, L. Randolph Hood y Gilbert L. Beebower publicaron un estudio (Determinants of Portfolio Performance) sobre la asignación de activos de 91 grandes fondos de pensiones medidos desde 1974 hasta 1983. Su conclusión fue que el 90% de la rentabilidad viene determinada por la asignación estratégica de activos. Un resultado que avalan diferentes estudios como el de Roger G. Ibbotson y Paul D. Kaplan publicado en el año 2000 bajo el título Does Asset Allocation Policy Explain 40, 90, or 100 Percent of Performance?
Bajo esta premisa, Deutsche Bank cuenta con una estrategia de inversión basada en la asignación estratégica de activos (SAA, por sus siglas en inglés). Teniendo en cuenta que a medida que se alarga el horizonte temporal de la inversión el riesgo se reduce, el banco ha desarrollado una metodología propia, creando un modelo de gestión cuantitativo que se ha intentado optimizar con el objetivo de que en un periodo de 10 años se busque conseguir la rentabilidad para un nivel de riesgo aceptado.
Y es que hay que tener en cuenta que nadie se puede aventurar para poder acertar cuándo será el momento idóneo de entrar en el mercado y de salir de él. Como señalan desde la entidad, tener un horizonte de inversión a largo plazo, diversificar la cartera y mantenerse invertido siempre ha demostrado ser la estrategia de inversión más aconsejable.
Un modelo riguroso y eficiente
Tras un año muy convulso en mercado y de elevada volatilidad, algunos inversores buscan fórmulas de inversión sólidas y eficientes para protegerse. Por ello, el modelo de gestión de los fondos SAA de Deutsche Bank introduce una variable que el modelo tradicional no siempre contempla: la incertidumbre.
En este sentido, el enfoque tradicional en el mercado se basa en prever los siguientes parámetros para cada clase de activos: rentabilidad, volatilidad y correlaciones. Así, solo sería una solución si todos estos parámetros se comportan según lo previsto, lo que es muy improbable que suceda al 100%.
Con la metodología de Deutsche Bank no solo se analizan los riesgos y comportamientos históricos, sino que también se tienen en cuenta los escenarios que se podrían dar en una situación extrema. De este modo ofrecen una visión más completa y realista del riesgo al que los inversores se pueden enfrentar, creando así carteras que sean más robustas. Un modelo de gestión posiblemente más apropiado en el contexto actual de bajos tipos de interés.
Por tanto, el objetivo de la estrategia SAA es maximizar la rentabilidad al invertir en ETFs con comisiones más bajas y buscando la diversificación a escala global. Se beneficia de una arquitectura abierta y de un diseño que minimiza la necesidad de reajustar la cartera con frecuencia. Asimismo, aporta solidez a la cartera al priorizar el largo plazo frente al ruido del corto plazo y evitando las decisiones emocionales. De hecho, tal y como recoge la guía Psicología económica para inversores, de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), la mayoría de las decisiones se toman siguiendo procesos intuitivos y automáticos en vez de procesos analíticos y controlados. Este modo de pensar rápido y subjetivo puede estar sometido a la influencia de los sesgos que llevan a las personas a adoptar decisiones que pueden ser equivocadas.
Por ello, es imprescindible dejarse asesorar por profesionales. A fin de cuentas, cuando existe un problema de salud se acude al médico y con las finanzas debería ocurrir algo parecido. En esta línea, los números avalan a Deutsche Bank como compañero de viaje: más de 60 años de experiencia gestionando carteras, más de 50.000 millones de euros en activos bajo gestión en todo el mundo y un equipo de más de 160 profesionales especializados en distintas clases de activos y estrategias.
Adaptarse a las necesidades
La gama de fondos SAA de Deutsche Bank tiene en cuenta distintos perfiles de forma que cada inversor puede elegir el que mejor se ajuste a sus necesidades. A este respecto un comité de inversión se encarga del seguimiento y revisión tanto de la asignación de activos como de la selección de los ETF´s en los que se invierte.
Según el perfil de riesgo del inversor, que determina cuánta volatilidad puede aguantar y cuántas pérdidas está dispuesto a asumir, el banco cuenta con el Fondo SAA Growth, que prioriza el crecimiento del capital y cuya exposición máxima a renta variable es del 80%; el Fondo SAA Conservative, que enfatiza la preservación del capital con un peso máximo de bolsa del 40%; y el Fondo SAA Balanced, que busca el equilibrio entre el crecimiento y la preservación del capital, con una exposición máxima a renta variable del 60%.
Tanto el Conservative como el Balanced cuentan con una versión Plus, por lo que utilizan una cobertura sistemática con el fin de controlar el riesgo de caídas manteniendo la exposición a los activos de crecimiento. En este sentido, los fondos SAA Plus se gestionan con una metodología propia de gestión de riesgos: Multi Assets Risk Engineering (MARE), cuyo objetivo es limitar las pérdidas de la cartera a aproximadamente el 10% (Fondo SAA Conservative Plus) o el 18% (Fondo SAA Balanced Plus), a un horizonte de un año. Esta protección tiene un alto grado de confianza, del 99%.
Con esta estrategia SAA, Deutsche Bank completa su gama de soluciones de inversión para poder ajustarse a las distintas necesidades y perfiles de cada uno de sus clientes. Todo ello avalado por las capacidades y experiencia que el banco atesora en la definición y construcción de carteras globales y diversificadas.