
No hace mucho, en una nota de prensa de nuestro Barómetro de la gA, escribía por primera vez sobre lo que considero que es la pirámide de las personas según el riesgo de empeorar económicamente en los próximos meses. Me gustaría compartirla con ustedes y escuchar su opinión. Está claro que no tiene por qué coincidir la opinión y no se trata de un ataque contra nadie, pero las vulnerabilidades creo que hay que conocerlas para la adecuada toma de decisiones.
Más a menudo de lo que nos gustaría se decide sin considerar cómo puede afectar a parte de la población. Por ejemplo, determinadas medidas contra las empresas, de forma indiscriminada, sin considerar tamaño ni sector, supone poner en claro riesgo a trabajadores de muchas de las pymes a las que afectan las medidas.
En la parte alta de la pirámide nos vamos a encontrar a los grandes empresarios (incluidos los altos directivos), las grandes empresas y fortunas. Aun no estando de acuerdo ni con el impuesto sobre el patrimonio, ni con el de sucesiones ni donaciones ni con el de grandes fortunas, considero que el impacto que tendrá sobre los afectados será contenido, no haciendo tambalear los patrimonios de los afectados en la parte alta de tales impuestos. No será lo mismo, por supuesto, para aquel que se compró una vivienda con mucho esfuerzo hace 40 años, con precios asequibles para su economía entonces y que ahora el precio se ha disparado. Pero como la valoración es muy alta, suponemos que son ricos y les tenemos que atizar sin miramientos...
En la siguiente zona de nuestra pirámide, nos encontramos a los funcionarios y a los políticos. Los primeros se han ganado su puesto fijo por alguno de los medios que se han establecidos para ello: bien por oposición, bien porque estaban donde tocaba y tras un contrato de "interino" ahora les han "convertido" en funcionarios. Hemos comprobado tanto durante la crisis financiera como durante la crisis sanitaria que han perdido mucha capacidad económica (es en 2022 cuando la situación se complica por la inflación), sino que incluso han salido mejor parados (durante la pandemia, muchos funcionarios han estado prácticamente dos años sin salir de casa, cobrando lo mismo, sin ERTEs y con menos gastos).
Y qué decir de los políticos. En términos medios, cuatro años por temporada, con posibilidad de repetir una y otra vez. Aquí reconozco que existe un cierto riesgo de que no sea incluido en la lista de las siguientes elecciones. Pero estamos cada vez más acostumbrados a ver cómo los políticos van rodando de unos puestos a otros, de la cámara de diputados a los ayuntamientos, a las diputaciones, a las comunidades autónomas y, en función de los puestos ocupados, a formar parte de las llamadas "puertas giratorias".
En el siguiente nivel, hacia abajo, de nuestra pirámide, encontramos a los trabajadores de las grandes empresas y de las multinacionales. Durante muchos años, si no haces nada que llame la atención en negativo, lo más probable es que entrando en una multinacional o un gran banco, una eléctrica, una compañía de seguros… te hayas convertido en un trabajador por tiempo indefinido de verdad. Y salvo los ERE, que se han mostrado más destinados a voluntarios (normalmente trabajadores con más edad) y con buenas condiciones, en general, no suelen vivirse situaciones demasiado dramáticas para los empleados de grandes compañías. Eso sí, claramente su riesgo es mayor que el de los funcionarios y el de los políticos.
En el siguiente escalón, y con un riesgo bastante mayor, están los pensionistas y los empleados de los autónomos y de las pequeñas y medianas empresas. En relación con los primeros, la pérdida de capacidad adquisitiva es una espada de Damocles que pende sobre ellos desde que se jubilan. La situación del sistema de pensiones no deja lugar a la duda sobre el riesgo que soporta este colectivo.
En lo que respecta a los empleados de los pequeños y medianos negocios, no hay más que observar la cantidad de ellos que desaparecen durante cualquier crisis, lo vulnerables que son los negocios a los vaivenes de la economía, lo difícil que es mantener abierto un pequeño negocio, para entender las dificultades de mantener el empleo en este segmento.
Y en la base de la pirámide, soportando un gran riesgo, apostando su vida y su patrimonio, están los dueños de los pequeños y medianos negocios. El 55,3% de las pymes no tienen asalariados. El 38,1% tienen entre 1 y 9 empleados (de media, 3 empleados por empresa). En definitiva, el 93,4% de los pequeños empresarios están sometidos a un elevado riesgo de desaparición a poco que las cosas vengan mal dadas.
De acuerdo con datos de Cepyme, el 9,2% de las empresas con asalariados mueren durante su primer año de vida. Solo el 50,6% de las empresas sobreviven tres años después de su creación, también según la patronal. Sin ánimo de inundarles de más datos, es un hecho que mantener abierto un negocio consume mucho esfuerzo, es complicado, y al menor contratiempo la empresa desaparece.
Vemos, por tanto, que la base de la pirámide está sometida a una fuerte presión y un elevado riesgo de desaparición. Y, en consecuencia, los trabajadores de estas compañías afrontan también un elevado riesgo de perder sus puestos de trabajo.
Sirva esta reflexión para señalar algo que vengo indicando hace mucho tiempo: la mirada de la administración hacia los pequeños y medianos negocios tiene que contar con el crisol de las enormes diferencias entre las grandes compañías, que son más resistentes a los vientos de las crisis, y los pequeños negocios, que cuentan con compromiso, esfuerzo y ganas, pero no con los recursos necesarios para someterse al mismo control y a las mismas condiciones.
Y si se hace así, es posible que consigamos una mortalidad menor en los pequeños negocios y, sobre todo, la posibilidad de crecer y generar organizaciones que ofrezcan más empleo y mayor riqueza para el entorno.