Nunca había tenido la sensación de predicar en el desierto que tengo ahora. No es que me considere el gurú de la microeconomía, ni quiero que se me vea así. Pero si que represento a un grupo de profesionales que tienen los pies en el suelo y que conocen como nadie los pequeños negocios. Y algo tendremos que decir, digo yo.
Llevamos 16 meses anticipando lo que va a pasar en nuestra economía, y eso que no contamos con modelos econométricos sofisticados. Contamos, tan solo, con el trabajo diario acompañando en sus penas y alegrías a los empresarios y a los autónomos. Meses después de anticipar lo que va a pasar, un organismo reputado, con sesudos (y lo digo con respeto y admiración) analistas e investigadores, señala lo mismo, o parecido. Y ahí si, en ese momento todo el mundo repara en lo que está pasando.
Es una verdadera pena que no aprovechemos esos meses en los que los Gestores Administrativos nos adelantamos a la noticia, porque los efectos negativos podrían mitigarse mejor. Ya saben, si se coge a tiempo es posible extirpar el problema con más garantías de éxito; si sirve en medicina, por qué no va a servir en economía.
Leo la noticia de que Funcas (ojalá que hubiera más Funcas en España, aunque tenemos unos cuantos servicios de estudios magníficos) estima que 270.000 personas que están en ERTE perderán su empleo en los próximos meses. Nuestro Barómetro de junio ya anunció que 95.000 empresas no rescatarían del ERTE a todos sus empleados. Son dos cifras distintas que señalan el mismo problema: muchas empresas no se van a recuperar del todo de los efectos negativos de la pandemia y, por ende, mucho empleo se va a seguir perdiendo. Sin contar con las que ya están muertas, aunque no han desaparecido.
No voy a hacer, aunque estoy tentado, un resumen sobre todas aquellas noticias que hemos ido adelantando. Pero si voy a repetir algo que dije hace unos meses. Lo micro y lo macro no son lo mismo. Esto es como lo de los pollos: una persona se come dos pollos y otra no se come ninguno, de media se come un pollo cada uno. Imaginen las conclusiones: cada persona de nuestro país (con permiso de Garzón) se come un pollo. Cuando la realidad es que el 50% de la población no come nada.
Es preciso que nuestros gobernantes desciendan al terreno, pisen la calle. Cuando el ministro Escrivá indica que las cifras de empleo mejoran considerablemente y que los indicadores señalan que vamos por el buen camino, ha de descender a lo micro. Ha de analizar cuantas empresas, de forma individualizada, no van a recuperar personal del ERTE, cuantas están heridas de muerte y no van a poder sobrevivir tras la eliminación de las medidas de contención, cuantas empresas ya están pensando en despedir de aquí al final de año, cuáles van a ser los efectos de la campaña veraniega, que parece empieza a torcerse… En definitiva, y para eso es ministro, debe empezar a analizar por sectores, por tamaños, por contratos, lo que está pasando.
Entiendo que, como Gobierno, cualquier Gobierno, va a hacer política siempre. Ese es su papel. Pero estamos en una situación complicada que precisa de ministros estadistas. Personas que piensen más en el Estado, en sus conciudadanos, que en otra cosa.
Porque el primer paso para solucionar un problema es ser consciente del problema. Llevamos 16 meses diciendo que se tienen que tomar medidas estructurales, no solo las coyunturales que nos han sacado del atolladero. Hace meses que se tendrían que haber puesto los cimientos para una recuperación rápida y sólida. No podemos dejar al azar la salida de esta problemática situación.
¿Estamos a tiempo? Espero que si. Pero no andamos con demasiado margen. Hay que tomar ya las medidas oportunas. Los agentes sociales y el Gobierno se han de poner las pilas, han de buscar soluciones estructurales antes de quitar las medidas de contención. Y lo han de hacer desde un profundo análisis de lo micro, porque cada empresa, cada persona, es un asunto de Estado. Tenemos que procurar recuperar el pulso económico al país, porque como dice el artículo 35 de la Constitución: "Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo". Cada ciudadano, todos los ciudadanos; y eso solo se consigue con lo micro. Lo macro se olvida de individualizar.